Reflexiones para un nuevo paradigma comunicacional
Foto: Televisión Digital Abierta Eva Piwowarski
Coordinadora Nacional del Programa Polos Audiovisuales Tecnológicos
Hace tres años, la Argentina emprendía con clara decisión política el desafío de un nuevo paradigma comunicacional, signado por la Ley de Medios y por la acción directa del Estado en el despliegue de la televisión digital y de las comunicaciones. Se auguraba, de esta manera, una mayor integración nacional y social, y una mayor ciudadanía, garantizando el derecho básico a la información plural, la democratización, la gratuidad de los servicios, el acceso a las nuevas tecnologías, y la producción multicultural, federal y local de contenidos.
Desde una perspectiva política, y en la necesidad de consolidar un modelo productivo, distributivo y con igualdad de oportunidades, me anima reflexionar sobre algunas cuestiones de ese gran desafío que debemos enfrentar desde nuestra tarea cotidiana, para crear los escenarios posibles de una nueva televisión.
¿Se puede conmover un sistema de comunicación basado en el imperio de la concentración económica y mediática, y, sobre todo, en la naturalización del modelo de pensamiento que se impuso durante años de dominio cultural? ¿En qué medida interpretamos la ley desde las políticas públicas para fortalecerla y lograr su más completo cumplimiento?
Pensemos en el verdadero drama cultural que significa, para un país tan extenso y diverso como el nuestro, que el relato dominante sea formulado por el modo de pensar, de actuar, de manifestarse de una ínfima elite. Esos espacios, que son portadores de la única mirada consagrada, no pueden tener por sí solos la capacidad y la sabiduría para generar los contenidos que definan la Argentina, y su integración territorial y social por los próximos cien años. No es sustentable en términos culturales, simbólicos, económicos ni políticos para un proyecto de nación que invierta el gran drama que signó a los argentinos durante dos siglos. Por ello, es decisivo desmonopolizar los medios, procurando un sistema amplio, participativo y genuinamente federal. Que el punto de vista válido y aceptado como nacional sea el de sectores de la mayor metrópolis no es un asunto ideológico, sino que es de todos los argentinos.
La alternativa es un Estado que facilite, que dialogue con la sociedad, articule con los privados y genere las condiciones para recrear industria, mercado, trabajo, representación simbólica y organización social.
Es ahí donde las políticas públicas de comunicación y cultura deben servir para crear un nuevo universo o cosmovisión nacional. Empoderar a la sociedad de voluntad, concepto, y claridad de acción para que sea ella misma la que esté dispuesta a “combatir con alegría” por una nueva comunicación.
Por ello, pensamos en políticas públicas federales que empoderen a la sociedad civil en la apropiación legítima de los espacios de comunicación, de la multiplicidad real de los discursos, de los diversos puntos de vista; que instalen y promuevan capacidades locales autosustentables, que impulsen el desarrollo de un nuevo mercado interno de los medios, para que, efectivamente, pueda desconcentrarse el negocio y, con ello, garantizar la formulación de un nuevo modelo comunicacional en la Argentina.
Es en ese marco donde, desde el Consejo Asesor, creamos el Programa Polos Audiovisuales Tecnológicos de la Televisión Digital Abierta (TDA) como política innovadora en materia de producción de contenidos para la televisión digital, profundizando cuestiones ligadas a viejos y nuevos paradigmas en acción y tensión.
A través de un convenio entre el Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, y el conjunto de las universidades nacionales nucleadas en el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), se crearon las nueve regiones o polos integrados por una red de 40 nodos con: más de 900 organizaciones del sector audiovisual participando, capacitándose, produciendo e investigando, y llegando a más de 7000 beneficiarios directos; 75 clínicas de guión, producción, dirección, actuación y periodismo; 31 profesionales de la televisión que trabajan con más de 500 responsables de proyectos en todo el país; cinco líneas de investigación en todo el territorio sobre audiencias, nuevos mercados, sustentabilidad, relevamiento, impacto de la TDA, marcos jurídicos, entre otros; 20 CEPAS o estudios de televisión de alta gama en todo el país que reducen la brecha tecnológica para la producción de contenidos de calidad; 55 programas piloto de ficción, periodísticos y de entretenimiento de la Fábrica de Televisión, que constituyen una verdadera cantera de futuros programas de la televisión de cada día, y que aportarán novedad, calidad, diversidad y aire fresco a las pantallas.
Los ciudadanos de todo el país tienen derecho a una televisión que los exprese, los represente, los informe y los entretenga; y esa televisión necesita de políticas públicas de envergadura, profundas, transformadoras, que abarquen desde los fomentos necesarios hasta la promoción de un nuevo modelo productivo que la haga sustentable y fuerte, que impida tener que ceder ese espacio a posibles nuevas concentraciones, y conformar un mercado redimensionado y justo, como puede y debe alentarse para cumplir con la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Más allá de las cifras, que son muchas y diversas, la construcción del Programa nos revela una televisión posible, desde Jujuy hasta Río Gallegos, desde Mendoza hasta Tandil, pasando por Avellaneda, creciendo hacia Misiones, desde la Cordillera hacia el mar, donde cada lugar no es solo un paisaje para admiración del puerto, sino el centro de muchos centros, un eje de la red, ciudades, vidas, palabras, hombres y mujeres, éticas y estéticas de un gran país, en productividad y generando esas nuevas voces declamadas y reclamadas, puestas en visibilidad y en valor, profundamente argentinas.
Programa Polos Audiovisuales Tecnológicos
Coordinadora Nacional del Programa Polos Audiovisuales Tecnológicos
Hace tres años, la Argentina emprendía con clara decisión política el desafío de un nuevo paradigma comunicacional, signado por la Ley de Medios y por la acción directa del Estado en el despliegue de la televisión digital y de las comunicaciones. Se auguraba, de esta manera, una mayor integración nacional y social, y una mayor ciudadanía, garantizando el derecho básico a la información plural, la democratización, la gratuidad de los servicios, el acceso a las nuevas tecnologías, y la producción multicultural, federal y local de contenidos.
Desde una perspectiva política, y en la necesidad de consolidar un modelo productivo, distributivo y con igualdad de oportunidades, me anima reflexionar sobre algunas cuestiones de ese gran desafío que debemos enfrentar desde nuestra tarea cotidiana, para crear los escenarios posibles de una nueva televisión.
¿Se puede conmover un sistema de comunicación basado en el imperio de la concentración económica y mediática, y, sobre todo, en la naturalización del modelo de pensamiento que se impuso durante años de dominio cultural? ¿En qué medida interpretamos la ley desde las políticas públicas para fortalecerla y lograr su más completo cumplimiento?
Pensemos en el verdadero drama cultural que significa, para un país tan extenso y diverso como el nuestro, que el relato dominante sea formulado por el modo de pensar, de actuar, de manifestarse de una ínfima elite. Esos espacios, que son portadores de la única mirada consagrada, no pueden tener por sí solos la capacidad y la sabiduría para generar los contenidos que definan la Argentina, y su integración territorial y social por los próximos cien años. No es sustentable en términos culturales, simbólicos, económicos ni políticos para un proyecto de nación que invierta el gran drama que signó a los argentinos durante dos siglos. Por ello, es decisivo desmonopolizar los medios, procurando un sistema amplio, participativo y genuinamente federal. Que el punto de vista válido y aceptado como nacional sea el de sectores de la mayor metrópolis no es un asunto ideológico, sino que es de todos los argentinos.
La alternativa es un Estado que facilite, que dialogue con la sociedad, articule con los privados y genere las condiciones para recrear industria, mercado, trabajo, representación simbólica y organización social.
Es ahí donde las políticas públicas de comunicación y cultura deben servir para crear un nuevo universo o cosmovisión nacional. Empoderar a la sociedad de voluntad, concepto, y claridad de acción para que sea ella misma la que esté dispuesta a “combatir con alegría” por una nueva comunicación.
Por ello, pensamos en políticas públicas federales que empoderen a la sociedad civil en la apropiación legítima de los espacios de comunicación, de la multiplicidad real de los discursos, de los diversos puntos de vista; que instalen y promuevan capacidades locales autosustentables, que impulsen el desarrollo de un nuevo mercado interno de los medios, para que, efectivamente, pueda desconcentrarse el negocio y, con ello, garantizar la formulación de un nuevo modelo comunicacional en la Argentina.
Es en ese marco donde, desde el Consejo Asesor, creamos el Programa Polos Audiovisuales Tecnológicos de la Televisión Digital Abierta (TDA) como política innovadora en materia de producción de contenidos para la televisión digital, profundizando cuestiones ligadas a viejos y nuevos paradigmas en acción y tensión.
A través de un convenio entre el Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, y el conjunto de las universidades nacionales nucleadas en el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), se crearon las nueve regiones o polos integrados por una red de 40 nodos con: más de 900 organizaciones del sector audiovisual participando, capacitándose, produciendo e investigando, y llegando a más de 7000 beneficiarios directos; 75 clínicas de guión, producción, dirección, actuación y periodismo; 31 profesionales de la televisión que trabajan con más de 500 responsables de proyectos en todo el país; cinco líneas de investigación en todo el territorio sobre audiencias, nuevos mercados, sustentabilidad, relevamiento, impacto de la TDA, marcos jurídicos, entre otros; 20 CEPAS o estudios de televisión de alta gama en todo el país que reducen la brecha tecnológica para la producción de contenidos de calidad; 55 programas piloto de ficción, periodísticos y de entretenimiento de la Fábrica de Televisión, que constituyen una verdadera cantera de futuros programas de la televisión de cada día, y que aportarán novedad, calidad, diversidad y aire fresco a las pantallas.
Los ciudadanos de todo el país tienen derecho a una televisión que los exprese, los represente, los informe y los entretenga; y esa televisión necesita de políticas públicas de envergadura, profundas, transformadoras, que abarquen desde los fomentos necesarios hasta la promoción de un nuevo modelo productivo que la haga sustentable y fuerte, que impida tener que ceder ese espacio a posibles nuevas concentraciones, y conformar un mercado redimensionado y justo, como puede y debe alentarse para cumplir con la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Más allá de las cifras, que son muchas y diversas, la construcción del Programa nos revela una televisión posible, desde Jujuy hasta Río Gallegos, desde Mendoza hasta Tandil, pasando por Avellaneda, creciendo hacia Misiones, desde la Cordillera hacia el mar, donde cada lugar no es solo un paisaje para admiración del puerto, sino el centro de muchos centros, un eje de la red, ciudades, vidas, palabras, hombres y mujeres, éticas y estéticas de un gran país, en productividad y generando esas nuevas voces declamadas y reclamadas, puestas en visibilidad y en valor, profundamente argentinas.
Programa Polos Audiovisuales Tecnológicos